Norma Bejarano
Psicóloga-Sexóloga
“El capitalismo no conoce ningún otro uso de la sexualidad”, dice El filósofo Byung-Chul Han. La manera en la que en la actualidad se muestra el sexo para venderlo está teniendo varios efectos en las personas. Uno de ellos es que al exponerse, para ser, se incrementa la ansiedad por intentar hacer que esa exposición tenga algún mérito. Y otro es, que el morbo, elemento importante para desear, se pone en riesgo de extinción, es decir, se le va quitando toda la posibilidad de misterio al sexo para que realmente llegue a erotizarnos.
Cuando se banaliza el sexo o se populariza, se pierde la capacidad erótica. Para la escritora y sexóloga Valérie Tasso: “el sexo tiene un matiz de sacralidad que no tiene nada que ver con lo religioso, sino con la idea de que ciertas cosas deben quedar en nuestro jardín secreto”. Por lo tanto, el exceso de transparencia, exhibición, o evidencia le quita encanto a las cosas.
¡El imperativo de transparencia hace que la imaginación sobre!
Al trivializar el sexo se cierra la grieta o la distancia que debe mantener el deseo para su satisfacción. Cuando impera la transparencia, sin límite para la exposición, se conduce a los individuos rápidamente a lugares y desenlaces comunes. Sin nada oculto, o por imaginar todo queda expuesto (al alcance).
El imperativo de la transparencia hace que la imaginación sobre o resulte inútil, pues lo que no pase por la evidencia será sospechoso y poco digno de satisfacernos. Pero el sexo necesita del imaginario y del misterio, de lo que se mantiene ‘prohibido’ para que Eros o el deseo se nutran.
¡El erotismo vive de eso que los demás no conocen de uno!
Ser transparentes es una trampa de control. Los humanos somos más bien sombríos, ‘turbios’ porque tenemos matices y peculiaridades que no se desvelan tan fácilmente. El sexo, parafraseando a Tasso, tiene requerimientos como, el morbo, y algo un poco oscuro de nosotros; por supuesto nada que colinde el código penal. Las disfunciones aparecen, entre otras cosas, porque los procesos de imaginar o recrearse mentalmente se abandonan. Porque se limitan los tiempos de espera que son los que llevan a sostener el relato deseante (en la cama). Si algo está a la vista constantemente ya no generará el morbo que alimenta a Eros.
La transparencia pretende acelerarlo todo para que se consuma, pero eso lleva a dificultades sexuales precisamente porque no hay un proceso de construcción erotizada. Todo se vuelve operativo o de procedimiento. Sin embargo, las interacciones sexuales se mantienen vivas cuando detrás de ellas se activa el misterio, la capacidad erótica, el relato, la distancia entre un deseo y otro con demora contemplativa.
¡“La imaginación es al sexo, lo que el viento al saxo”!
Tocar el saxofón es un tema subjetivo. Que suene como gusta depende de lo que el saxo le inspire al músico para crear. El saxofón y el sexo ofrecen muchas alternativas cuando se mantienen al margen de los mandatos.
Los efectos sonoros del saxofón dependen del viento, de la manera en que su maestro lo “estimula”, y a pesar de las técnicas todo va conforme al criterio e intimidad que cuida su intérprete. Y así la imaginación le imprime al saxo, la misma variedad y belleza que al sexo. Tenemos la mejor herramienta, la imaginación y su poder erótico para dar con la combinación de preferencia. La transparencia en el sexo no da entrada a Eros que se representa en el ritual, el sentido, la interpretación; tan sólo lo agobia al banalizarlo.
«La transparencia pretende acelerarlo todo para que se consuma, pero eso lleva a dificultades sexuales precisamente porque no hay un proceso de construcción erotizada”