“El sexo es como comer y comer es como el sexo”

Norma Bejarano Psicóloga-Sexóloga 

Ada Parellada, prestigiosa chef española, describe con erotismo y humor una de sus fantasías gastronomicoeróticas de la siguiente manera: “Imagino que me invita a su casa a una cena romántica. La mesa está puesta con velas, copas finas, frutas y el mejor vino de la cava. Me trae el primer plato cubierto, al destaparlo, hay gran variedad de juguetes eróticos, los descarto, me enojo y reitero que deseo comer. Trae un segundo plato: paté de hígado de pato en pimienta y salsa de frambuesas, me encanta lo que veo y el olor que expele, ya, en mi mente surge un bacanal, el caos y el placer. El paté frío es untado en mi sexo, lo que me produce gran deseo de ser devorada. Lo disfruto, porque el hígado de pato está muy costoso”.

¡Tengo hambre de ti! 

Un sinnúmero de palabras y metáforas en torno a la comida y al sexo invitan a chuparse los dedos, y activar el deseo. “Quiero saciar mi hambre”, “que comida apetitosa”, “tengo hambre de ti”, “eres es un plato delicioso”, “no hay hombre más apetecible”, “se me hace agua la boca al verte”, “qué rica estás”. Tal vez por esto la frase de Giacomo Casanova, el rompecorazones veneciano: “el sexo es como comer y comer es como el sexo”, y como buen amador tenía razón; mezclar comida en el encuentro sexual resulta ser excitante para algunas personas, pues ambas acciones remiten a similares experiencia sensoriales: visuales, gustativas, y olfativas. También de conducta como untar, morder, lamer, tragar, e incluso emocionales: el ansia o la satisfacción. 

Amantes exquisitos

Tener una imaginación gastronómicamente  cachonda, invita a poner  ingredientes novedosos al encuentro sexual como parte del juego y la búsqueda de sensaciones. Con las viandas, sus formas, texturas y temperaturas se cuecen fantasías y fetiches como el de alimentar y ser alimentado en un acto de dominación/sumisión, por ejemplo, el ‘feederismo’ donde el placer sexual está en dar de comer a la pareja hasta engordarla. O el voyerismo “food eating”, aquí el observador se excita viendo a su pareja meter a la boca comestibles con forma fálica o genital.  También está la sitofilia, que consiste en cubrir el cuerpo con comida húmeda o líquida como el chocolate derretido, el vino, o el helado, para luego lamer y ser lamido, o simplemente como atractivo visual hasta llegar al clímax. 

Un 40% de adultos informaron en la encuesta mencionada antes, haber fantaseado con incorporar comida al sexo. Quién incluye alimentos en sus rutinas eróticas, busca expandir el placer con otras prácticas no genitales, generando situaciones lúdicas y creativas. Algunos frutos son simbólicos o actúan como metáforas de partes del cuerpo. La comida y el sexo son dos placeres fundamentales y encontrar como juntarlos inspiran y aumentan el deseo sexual. 

“Con la comida no se juega”, frase por excelencia de las abuelas, que al parecer no es mandato para los amantes golosos.

“¡Para comerte mejor!” 

Muchos recordarán una escena en la película “nueve semanas y media” en la que la protagonista Kim Basinger es alimentada en el desayuno con bocados como pimientos, gelatina, cerezas, y tomates. Los alimentos preferidos para comerse (o lamerse) mejor, y para las lúbricas jornadas de algunas personas según una encuesta del psicólogo social Justin Lehmiller son: el chocolate, la crema batida, las fresas, los pepinos, la mantequilla, las zanahorias, los bananos, las mermeladas, las uvas, entre otros. E incluso hay alimentos peculiares, como la comida de perro, el puré de papas, o el estofado de carne.

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