Norma Bejarano. Psicóloga – Sexóloga
El psicólogo y sexólogo John Money (1921-2006), incluyó en 1980 el término ‘Lovemap’ (mapa del amor). Se trata de un mapa que se dibuja en nuestra mente y que constituye una representación compleja de nuestro Yo erótico, el de otras personas, y de aquello que nos gustaría obtener como amantes ideales, entre otros asuntos más sofisticados. De alguna forma estos mapas nos permiten ir hacia un determinado tipo de individuos y por tanto, explorar los caminos del sexo, el amor, y otros afectos.
Posteriormente el psicólogo John Gottman, describe los mapas del amor en un contexto comunicativo y de terapia de pareja. Gottman, usa este concepto al considerar que así como cuando estamos en un terreno desconocido, donde un mapa es lo que nos permite orientarnos para llegar del punto A al B, con las relaciones pasa lo mismo. Cuánto mejor nos conozcamos nos resultará más fácil relacionarnos; saber cuáles son las cosas que nos preocupan, o los temas sensibles nos dirige a construir vínculos empáticos.
¿Qué es el mapa erótico?
En las primeras etapas de cualquier interacción amorosa y erótica es común sentir curiosidad por entender y conocer al otro para acortar las brechas existentes. La mejor manera de conseguirlo es pasar tiempo juntos y conversar de manera explícita, planeada, consciente. Hacerse muchas preguntas es el camino más “sencillo” para conocer parte del arsenal de acontecimientos que nos han contribuido a ser las personas sexuales que somos; la historia, los pensamientos, hábitos, temores, frustraciones, fantasías, gustos, aspiraciones, prácticas; aquello que nos estimula, nos inhibe o nos saca de escena. El mapa erótico es un imaginario frondoso con continentes, rutas y zonas de placer que pasarán luego a ubicarse en la geografía erótica real para brindarnos satisfacción.
“Un estilo personal”
Nuestro mapa erótico nos da cuenta de la atracción hacia hombres, mujeres, o algunas de las variantes del género que conocemos actualmente. También sobre que características físicas poseemos para atraer. Nos da una imagen del vestir, el lenguaje corporal, lo que nos adorna, o lo accesorio: tatuajes, tacones, tenis, jeans, peinado, maquillaje. El mapa nos guía a eso que nos enciende, nos provoca el deseo, la excitación, el orgasmo. Y por ende a las formas de acercamiento: conversaciones intelectuales, o rústicas, el baile, el andar, las miradas, y otras conductas sexuales como besar, dar sexo oral, acariciar, etc. Mapearnos nos señala el lugar a donde no es bueno ir porque nos saca de onda o nos deserotiza al no coincidir con nuestros gustos. El “autoconocimiento” y el conocimiento de la otra persona es nuestro aliado para seguir auscultando ese mundo y sus rituales hacia el amor (erótico) y así poder decidir si hacemos parte de este, o no.
“El panorama del mapa erótico”
Gracias a las diferencias individuales, cada persona cuenta con un mapa erótico con determinadas características que compartirán, o no, con otras personas. En la exploración de este mapa encontraremos gustos y peculiaridades unas veces convencionales y otras excéntricas, o extravagantes, que posibilitarán que visitemos ese lugar o nos alejemos sustancialmente. Puesto que es un ejercicio que nos invita a zambullirnos a las profundidades de la psique y los recovecos anatómicos, es probable que hallemos sorpresas agradables, incómodas, e incluso irritantes. Sin embargo, siempre será positivo sacarlas a flote y sincerarse con el otro pero sobre todo con uno mismo. Las relaciones sexoeróticas gozarán de buena salud cuando nos preocupemos por nosotros mismos y por el otro, cuando invirtamos tiempo en ocuparnos de las rutas del placer, cuidando las relaciones desde el conocimiento y no desde vacuas copias.