Redacción Q’hubo – qhuboibague@gmail.com
Pocas personas pueden darse el lujo de celebrar un centenario de su nacimiento, pero pasar de los 100 años de edad y seguir activo, en total lucidez y en buenas condiciones de salud es un verdadero privilegio del que solo contados adultos mayores como doña Blanca Melida Vanegas de Rojas pueden presumir.
Milagro de longevidad
A sus 102 años de edad, doña Blanca, quien reside en el sector de Las Orquídeas tiene una rutina diaria bien definida: despierta en la casa de su hermana menor, Rosa María, se arregla e inicia labores de costura. Luego, sube a la casa de su hija, Alba, que está a pocas cuadras y a la que se accede a través de una cuesta que podría subir sin ayuda de nadie, aunque no falta quien la ayude. Una vez allí, empieza a tejer escarpines, chales y otras prendas.
Estas labores las realiza sin necesidad de usar gafas, pues su visión aún es apta para pasar la aguja por donde debe llevar el punto de tejido y con paciencia darle forma a las prendas que va confeccionando.
“Aprendí desde pequeña. Me tocó hacer muchas cosas: trabajar cogiendo café, echando azadón, sembrando maíz, fríjol. Yo viví a la manera antigua, cuando se trabajaba en el campo. Se molía el maíz para preparar arepas y después de comer, en el rescoldo que quedaba en el horno, se dejaba la masa sobrante para desayunar con ella al otro día. Se vivía sabroso, tranquilamente”, relató con nostalgia doña Blanca, quien aún añora esa vida campesina.
Nació en Cajamarca y hace más de cuatro décadas se trasladó a Ibagué con su única hija. No sabe si enviudó, pues su esposo se fue y no supo más de él, pero lo que sí tiene claro es que atribuye su longevidad a un milagro de Dios. Aseguró que Jesús la rescató a los 35 años.
“Sufría mucho, estaba muy agotada. La gente me veía vieja, decían que yo no iba a durar mucho, pero Dios es tan grande. Un día yendo a llevar el almuerzo a recolectores de café, vi una nube y escuché una voz”, detalló. Según la adulta mayor, esa voz le reveló algunas claves de su salvación y desde entonces ha sido muy devota.
Una vida feliz
Doña Blanca fue la mayor de siete hermanos, de los cuales cinco aún sobreviven. Pernocta en la casa de su hermana menor, Rosa María, pues ella no tuvo hijos y al enviudar le pidió que la acompañara en las noches y tiene claro desde que se hizo más cercana a la fe que quien más tiene, debe ayudar.
Sin embargo, gran parte de sus días transcurren en casa de su hija, junto a ella y sus dos nietos. No demuestra su edad. Es cordial, tiene plena lucidez y recuerda muchos detalles de toda su vida. Por ejemplo que cuando inició la violencia bipartidista vivía en Toche y tuvo que salir huyendo y “dejar todo tirado”; que cuando quedó sola con su hija, la ayuda de sus hermanos de sangre y hermanos de fe le permitió salir adelante con ella, y que en su juventud la vida era más tranquila que ahora.
“Vivo muy feliz y muy contenta. Dios me ha dado mucho”, asegura la abuela con su voz pausada y conversación amable para todo el que llegue a visitarla.
Dato
Doña Blanca nació el 17 de diciembre de 1919.