¿Ser hipersexual o desear mucho?

Suministrada: Q’hubo Ibagué

Norma Bejarano. Psicóloga-Sexóloga. ✉ normabejaranor@gmail.com 

Los gourmets comprenden muy bien que el hambre no se calma comiendo en cantidad, pero sí equilibradamente. Y que aún con el estómago lleno, no dejan de desear manjares, con una diferencia, postergan o guardan para después. El sibarita disfruta del aroma de la comida, del sonido del vino que cae en la copa, de la temperatura de los alimentos, de saborear cada bocado. 

El amante gastronómico, gusta de comer con ardor, siempre y cuando su comida predilecta esté condimentada a satisfacción. Cosa contraria con quien padece de «hambre sin fin», su fogosidad por devorar todo el día, es desmesurada, permanente e ‘insabora’, y nunca está saciada.

El discurso clínico sobre la hipersexualidad aún no parece estar muy claro. Diversos investigadores le han dedicado líneas al concepto con osadía, pero con el decoro de no caer en la subjetividad, el juicio, la patología, o en asuntos morales; asociándolo a trastornos afectivos, al trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos del vínculo, y otros. 

¡Sobre hipersexualidad! 

Los clínicos proponen la hipersexualidad como un problema cuando existe preocupación intensa, rumiación de fantasías, impulsos y eventos que conducen a encamadas difíciles de controlar, frecuencia extrema de actividad sexual con carencia de afectividad y aparición de culpa, etcétera., aunque todo eso está agarrado con pinzas pues todavía no hay estudios definitivos. 

¡Una sociedad hipersexualizada! 

Si Søren Kierkegaard, filosofara en la actualidad, mantendría su postura pensando un sujeto que vive en lo inmediato y en la ironía, sin interioridad; con una vida instintiva, buscadora del placer fugaz, experiencias de vértigo o arrebato, indiferentes y sin sentido. En tal inmediatez que no le permite el reconocimiento del otro (ni de sí mismo). 

En una sociedad hipersexualizada, egótica, eufórica, con síntomas de grandiosidad que lleva a los desafectos, sus individuos acaban frustrados (o en melancolía), y el sexo puede terminar representando los estados de ánimo de las personas.  

Una buena parte de terapeutas determina que el asunto no debe ir a condenar el sexo y sus fanáticos, sino en cuidar su bienestar, por esto cuando se observan grosos inconvenientes para gestionar una vigorosa vida sexual, cuando se exacerba el deseo, se genera incapacidad de vivir sin sexo, o no saber manejar riesgos, hay desgaste excesivo, angustia, o interferencia en la cotidianidad, es cuando hay que buscar la intervención o intervenir.

¡Desear mucho: una hoguera encendida! 

Somos deseantes, nos atraen y nos estimulan chorrocientas cosas. Cada quien tiene su candela propia; uno puede tener la hoguera encendida con mucho o poco fuego, pero disponible. 

Podemos ser muy cachondos, practicar sexo siete veces al día; distribuido en encuentros sexuales del primero, segundo y tercer tipo, y no pegarnos la etiqueta hipersexual; sencillamente somos más calientes que el vecino, o la media. En suma, si esto hace realmente feliz a las personas, las deja satisfechas, lo consideran saludable, les da energía, e igualmente les permite dirigir sus reuniones de oficina, y el tiempo para ejercer en cada uno de sus roles, ¿Dónde está el embrollo? 

¡El sexo tiene sentido!

El sexo tiene beneficios, entre ellos actuar como analgésico que no cómo anestésico, genera comodidad consciente, física y mental. Pasar del modo hacer al modo ser, en el sexo, invita a aprender a desear, a practicarlo de manera activa, sentida y con sentido. 

El debate es largo y este espacio corto, así que dejo esta frase de Valérie Tasso para reflexionar:  «El sexo tiene sentido cuando tienes paladar, cuando sabes interactuar con el otro. De lo contrario se convierte en algo sin sabor que lo único que produce es la avidez por encontrar edulcorantes».

«El sexo tiene sentido cuando tienes paladar, cuando sabes interactuar con el otro. De lo contrario se convierte en algo sin sabor que lo único que produce es la avidez por encontrar edulcorantes».

“En suma, si esto hace realmente feliz a las personas, las deja satisfechas, lo consideran saludable, les da energía, e igualmente les permite dirigir sus reuniones de oficina, y el tiempo para ejercer en cada uno de sus roles, ¿Dónde está el embrollo?” 

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