¡Hablemos del tiempo en el sexo!

Fotos: Internet / Q’Hubo Ibagué.

Norma Bejarano – Psicóloga – Sexóloga

El filósofo y escritor coreano, Byung-Chul Han, ‘me’ impregna en una frase el propósito de este artículo: “El disfrute inmediato no es capaz de lo bello. La belleza de una cosa sólo aparece mucho más tarde, a la luz de otra reminiscencia. No es bello el brillo instantáneo del espectáculo, el estímulo inmediato, sino la fosforescencia silenciosa, la fosforescencia del tiempo”.

En el ejercicio horizontal de la sexualidad prevalece la inmediatez, lo efectivo, lo veloz; “no ha dado un tiro y ya quiere el otro”, me decía una paciente. No nos sorprende que muchas dificultades o disfunciones sexuales se deban a que la mente va tan rápido como el cuerpo o viceversa. Las relaciones sexuales de data y de ahora siguen esquemas sin buqué, sin pausa, sin sentido(s). 

¿Cómo percibimos el sexo en el mundo actual?

La velocidad con la que se mueve el mundo (y el sexo), da la respuesta. Se percibe el encuentro sexual de manera acelerada, irritante, agotadora, ansiosa, miedosa, fugaz, e histérica.  

Vamos a 240 kms por hora, luego “huimos”. Y como dice el autor citado arriba, la aceleración en sí no es que desoriente, es que nos hace perder el sentido, nos anestesia. Aprender a sacar el pie del acelerador, y es más, sostenernos en el tiempo, relajarnos, y encontrarle el rumbo al sexo y a la sexualidad es muy importante para convivir en la cama y en momentos actuales. 

El acelere y el sinsentido hacen parte de los grandes enemigos del placer, lo enflaquecen, pues dan la sensación de que todo termina antes de lo deseado. Con el apuro, tal vez el  sexo gana en cantidad, pero pierde calidad. 

¡La experiencia no se improvisa! 

Me comentan en consulta:  “La primera vez con ella, que no mi primera vez, fue chambona, quise hacer cosas que había hecho antes, me fui por un rapidito, intenté poses por doquier, pero todo me salió mal, estaba nervioso, y ella se sintió fatal”. 

La experiencia sin maestría no sirve de mucho, el sexo se acelera y danza en hormonas porque no hay arte, sensibilidad; un norte, una narración, un hilo, un conocimiento. Sin ese hilo, sin ese significado, noción, o conciencia, sólo se repentiza, que no está mal, pues el sexo también se crea, o se compone, pero la capacidad y la exploración sensorial no se improvisan. 

¡El sexo necesita tiempo!

El sexo, la mayoría de las veces, ha de ser un acto con detención, prolongado y pleno. “La fosforescencia del tiempo”: frase de Han, es lo que hace que el sexo brille o tenga aroma. Cuando el encuentro sexual gana amplitud, más allá del coito y del orgasmo, cobra sentido. El sexo (y la respuesta sexual) necesita morbo, deseo, cuidado, espacio y tiempo. 

Tiempo para encenderse, “domarse”, para excitarse, para compartirse, para estar satisfecho, para disfrutar. No se trata de bloquear la pasión, el ardor y las ganas sino que estas tengan oportunidad y desprendan todo el potencial de gozo, de sentido y deje huellas sensoriales.

“La demora contemplativa concede tiempo. Da amplitud al ser, que es algo más que estar activo. La vida gana tiempo y espacio, duración y amplitud, cuando recupera la capacidad contemplativa”.

El aroma del tiempo
Byung-Chul Han. pág. 162.

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