Norma Bejarano – Psicóloga – Sexóloga
La sociedad (sexual) actual está indudablemente basada en el rendimiento, la audacia, la eficiencia y la rapidez. Promueve y anima a las personas a ser maromeras, ser las mejores, alcanzar el éxito, lograr proezas, competir, llevar contabilidades, tener encuentros intensos o luchas grecorromanas; estos requerimientos de competitividad no son razonables para la sexualidad humana porque no todo eso es tan maravilloso como parece.
Basarse en encuentros de magia simpática hace perder a la gente y a la vez creer que las relaciones pasionales y placenteras tienen que ser de película. La misma sociedad del rendimiento opera a través de un efecto afrodisíaco sobre las personas, donde les vende ideas, prácticas, manuales y tips para aumentar la bravura, y llegar a la cama como todos unos guerreros, en este caso, para obtener triunfos objetivos por efectos especiales alejados de la subjetividad y el endeblez de las experiencias personales.
¡La vulnerabilidad es sexy!
Irse a la cama, frase empleada para los encuentros sexuales del segundo tipo, no es necesariamente una actividad con órdenes, pautas, leyes y principios, explicados y verificados, puede ser más bien una hipótesis no comprobada a la que habrá que llegar con un espíritu aventurero, creativo, comunicativo y explorador, pero sobre todo, vulnerable. Pocas personas reconocen sus limitaciones o sus inseguridades como amantes, pues hacerlo les implica burla, autosabotaje o un malestar que les supone debilidad personal. Pero realmente ser capaces de mostrarse frágiles y ejercer el libre derecho a fallar es lo que encanta y seduce. Exponerse sensiblemente arriba o bajo de las sábanas atrae más que la soberbia.
Los métodos artificiales no ayudan
Los métodos, o las guías de ficción y perfección son presiones que hacen que la sexualidad no se despliegue con “naturalidad” o lo peculiar de cada quien. Modelos que con el tiempo paralizan porque crean miedos, engaños y ocultan la verdadera sexualidad de cada individuo y de cómo desea vivirla y sentirla; nada hay más sensible y fácilmente alterable por diversas variables que la sexualidad.
Pero, ¿qué es ser bueno en la cama?
- Ser bueno en la cama es ser educado (sexualmente), esto incluye propiciar afectos y emociones oportunas que amplíen la vivencia de la sexualidad.
- Es bueno en la cama quien manda al ‘altillo’ la idea incansable de cumplir, “dar la talla”, o quedar bien, y prefiere abrirse a la experiencia del disfrute compartido.
- Ser bueno en la cama es tener pensamiento crítico para revocar patrones estrictos, mitos, estereotipos y liberarse de lo que le condiciona e invalida.
- Ser bueno en la cama va más en las conexiones y la calidad de las mismas, en la compatibilidad, los gustos similares, la química, la ‘personalidad magnética’, la mente sexy y extendida.
- Es bueno en la cama quien no hace lo que toca ni lo que parece políticamente correcto.
- Es bueno en la cama quien se ocupa de buscarle solución a los problemas propios del ejercicio de la sexualidad, no sólo en lo particular, sino también en lo general, es decir, en pareja.
- Es bueno en la cama quien se entrega a pierna suelta y también recibe sin restringir; es toda persona que vive su sexualidad experimentando placer, satisfacción, felicidad y ganas de repetir de manera auténtica.
“Nosotros cuando amamos sin prisa y con fervor gozamos y nos sale barata la función. Ustedes cuando aman al analista van él es quien dictamina si lo hacen bien o mal. Nosotros cuando amamos sin tanta cortedad el subconsciente piola se pone a disfrutar”.
Mario Benedetti
“Ustedes y nosotros”
“Ser bueno en la cama va más en las conexiones y la calidad de las mismas, en la compatibilidad, los gustos similares, la química, la ‘personalidad magnética’, la mente sexy y extendida”.