¡Coito, luego existo!

«Coito ergo sum», algo así como: penetración, luego soy  o existo; la ‘máxima’  para muchos que encuentran en esta práctica la única opción para ser y existir. Cualquier otro momento del sexo que no sea la carrera, el objetivo y la «punta del morro», se ignora. 

Por coito se conoce a la actividad copulatoria, a la acción de cópula o de juntarse, genitalmente hablando; «sexo», como le conoce malinterpretadamente la fauna humana. Sexo = coito, un modo de programación errada que traemos y un modelo cansón centrado en la junta de ombligos y genitales. 

«¡El coito una erótica más»

La historia de la sexualidad humana se ha tergiversado por moralinas varias que han reducido a una pequeña fracción la extensión inicial de una buena idea que es el sexo. Nos han contado durante mucho tiempo un cuento totalmente simplificado de lo que puede ser un encuentro sexual. Pero, en el dominio maximal y fuera de lo ‘ordinario’, la información (científica) disponible sobre el sexo y la sexualidad es mucho más rica y variada. Haciendo un tránsito hacia lo cultural, el coito se ha convertido en una erótica más, con todos los ires y venires, evoluciones e involuciones; a medida que nos instruimos, la estructura de hormigón se hace porosa, y comienzan a ramificarse y filtrarse posibilidades alternativas.  Sin embargo, pasará un tiempo más antes de que la comprensión, el conocimiento, la inteligencia y el ingenio de las personas puedan interaccionar con la multiplicidad sin desprestigiar otras posibilidades. 

¿El coito un mal influencer? 

El coito tiene varias insignias y estrellas, es un influencer de antaño con un modelo muy simple: una pareja (generalmente), un falo (pene erecto) y una enorme carga cultural. Un influenciador que despotrica y mira con recelo y desconfianza otras opciones placenteras que no resultan productivas (o reproductivas), que no dan frutos o retoños, y que se denominan puerilmente como, preliminares. 

¡Coito sí, pero…!

No voy a negar que el coito o la penetración gusta a la mayoría de las personas. Así que el tema tampoco va en anular, desterrar o abolir la práctica. Solo que hay que aprender a sacarla del papel protagónico, correrle  el trono, para bien. En mi experiencia tanto por introspección como por observación del comportamiento (sexual) humano, con el paso del tiempo y la hegemonía, el coito se ve y se vive como algo estresante, con cierta zozobra, además poco creativo y limitado. Entonces, coito sí, pero sin angustiarse, sin competir, sin enfocarlo al rendimiento, sino que sea una tarea más plausible, pero sobre todo prescindible; que no sea la única forma que le de sentido y significación a una relación sexual. 

Ventajas de un encuentro sexual sin penetración. 

Se necesitan varios procesos para aprehender convenientemente las nociones del sexo para, por fin, poder disfrutarlo sin el halo reduccionista. Detrás de la mayoría de dificultades sexuales se halla el coito. Así, descoitocentrarse, permite por ejemplo, disminuir la preocupación por rendir, presente en un alto porcentaje de confluencias sexuales, y también ampliar el deleite y el sentido del placer sin exigencias. Que el principio no sea, «coito, ergo sum», porque a veces por situaciones infortunadas no llegamos a nada: para algunas personas cuando la erección no ocurre, hasta ahí llega el encuentro sexual, cayendo en una suerte de anulación, de melancolía y adherencia al displacer, por lo tanto, preserve la diversidad y añádale un valor fundamental:  «sexo, ergo sum», para ser, existir, crecer, vivir, sentir, recargar, revitalizar, etcétera. 

«Dime como te diviertes y te diré quien eres»

Ortega y  Gasset.

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