María, desde que era muy joven fue considerada como la ‘oveja negra’ de la familia, también como el ‘patito feo’. Tanto sus padres como sus hermanos, la señalaban constantemente de indisciplinada, impulsiva, desordenada, la menos estudiosa, poco agraciada, etc. Siempre la comparaban con primos y otros integrantes de su clan, por lo que al parecer no era precisamente el «orgullo de sus padres». María incorporó entonces esquemas negativos relacionados con sus atributos y capacidades, y durante muchos años alimentó pensamientos intrusos sobre sus aparentes limitaciones, por lo que, el día menos pensado, sobre toda estadística y pronóstico se esforzó en desplegar diversas estrategias para demostrar lo contrario. A sus casi 25 años, su cuadro de inseguridad parecía controlado, era divertida, colaboradora, estudiosa y muy seductora. Pero, algo la trajo a consulta. Su esquema negativo se activó cuando sintió que «fracasó» en un encuentro sexual. Se comenzó a comparar con la ex de su pareja, haciendo una suerte de retroceso hacia esa persona insegura e irritable, poco atractiva, notando la aparición de algunos problemas sexuales como la dificultad para llegar al orgasmo o para lubricar, por lo que siente dolor en la penetración.
La ‘baja’ autoestima y las dificultades sexuales
No se sabe que es primero, pero sí sabemos que un aspecto puede llevar al otro; la aparición de fallas en el ejercicio de la sexualidad conduce a un choque de autos, como la autoestima o, la autoestima cuando ha sufrido eventos infortunados a lo largo de la vida, protagoniza uno o varios desencuentros eróticos. La evidencia demuestra que los pilares psicológicos como la autonomía, la autoimagen, el autoconcepto, la autoaceptación, la autoeficacia, entre otros, si se construyen ‘adecuadamente’, son muy allegados a la satisfacción sexual, al deseo, a los orgasmos, al placer y al disfrute en general, pero cuando han sido desadaptativos o se han vuelto obsesivos, resultan dañinos, autoexigentes, castradores de potencias y habilidades sexuales generando miedos, y diversas dificultades en la intimidad.
La autoestima aplicada a la cama.
Pese a no ser el concepto preferido por muchos psicólogos para trabajar en todo este barullo del amor propio y el erotismo, la autoestima sigue siendo extremadamente importante en nuestra vida (sexual). Es aquella que nos define y nos permite adaptarnos a los cambios de temporada, nos procura aprobarnos con tranquilidad y equilibrio. Si la autoestima se baja (de la cama), puede ocasionar infelicidad e insatisfacción despiadadas, ¿quién va a gozar si está pendiente de una calificación o del qué dirán? Amarnos a nosotros mismos y validarnos, es quizás lo que garantiza nuestro ‘Ars amandi’ de manera segura. La autoestima aplicada a la cama nos enseña que así un encuentro no sea lo mejor del mundo, no haya tanta alharaca, parezca ridículo a los ojos del otro, e incluso si la respuesta sexual se descarrila, podamos sobrellevar la situación, sentirnos cómodos, resolutivos o buenos amadores. En suma, pensar bien, por ejemplo, que en el sexo no se fracasa porque en el sexo no hay fracasos, hay experiencias. Y que todos somos distintos, superando los/las ex de la pareja, así fuera más joven, más guapo, más potente, más orgásmica, mejor dotado, y qué!? esta/e soy yo, a mi manera, espontaneidad, le dicen. De esta forma seremos más benignos en nuestras apreciaciones. La actitud y la seguridad nos hace atractivos, buenas y buenos amantes.
Nota al pie: no descarten la consulta psicológica y sexológica en estos casos. No todo lo resuelve la autoayuda ni hacerse el loco.