Don Javier una historia de estudio y dedicación lo trajo a Ibagué donde montó una tradicional tienda en la Comuna Ocho

Don Javier vende productos de primera necesidad en su tienda que también lo mantiene activo. Fotos: Hélmer Parra/El Nuevo Día/Q’hubo.

Hasta cuando aguante indicó don Javier Pérez que seguirá con su tienda, una de las  más antiguas y tradicionales que pese a la pandemia y los paros, continúa en pie en el barrio Germán Huertas Combariza. 

La Tienda Javier lleva 32 años en el sector, el mismo tiempo que lleva viviendo este hombre de 68 años de edad, oriundo de Alvarado, que a pesar de las circunstancias sigue vendiendo todo tipo de productos comestibles para las familias de este populoso sector.

Bajas ganancias 

“No hay que ser desagradecido, cuando empezó era muy bueno todo, se veían las ganancias. Le daban a uno el 30, 40 hasta el 60 por ciento de ganancias y usted trabajaba pagando impuestos, industria y comercio, Sayco y Acinpro, en salud el carné de manipulación de alimentos y dejaba”, señaló el hombre que vive en su casa propia donde tiene la tienda que por la pandemia del Covid-19 tuvo que cerrar la puerta y seguir atendiendo por la ventana, dejando de lado el contacto con la gente, así llueva o haga sol, eso sí exige el uso del tapabocas y sigue desinfectando los billetes, y otros artículos como medida de bioseguridad. 

Señaló don Javier que desde 2019 la situación del negocio desmejoró, pero las cuarentenas, los cierres obligatorios por la pandemia y los paros afectaron sus ingresos. 

“Gracias a Dios estamos vivos, con la pandemia nos fue mal porque la gente se aprovechó de la pandemia con la situación económica, por ejemplo tenía más de 200 clientes en el libro del ‘fiado’ del mercado y diga usted, de esos 200 pagaron 20, pues decían que se quedaron sin trabajo”, contó el comerciante. 

“Esa plata se perdió. Se pierde el cliente , la plata. Son deudas consentidas, porque el cliente dice lo debo y se compromete a pagar de a 100 a 200 pesos. Ya cerramos los créditos”, reveló el tendero. 

Las ventas durante el inicio de la pandemia bajaron un 90 por ciento por lo estrictas de las medidas, así que había pocos compradores y por ende baja rotación de los productos, y las empresas en muchos casos no los cambian y perdemos lo invertido. 

Recordó don Javier que el huevo pasó de costar 300 pesos a 600 pesos; la carne de seis mil pesos a 10 mil pesos y en muchas ocasiones de mala calidad. En su local los compradores encuentran de todo ‘como en botica’, desde huevos, licor, refrescos, gaseosas, comestibles, abarrotes, productos de paquete, carne, pollo, algunos productos de plaza, útiles de aseo y de papelería como cuadernos y lapiceros, pues al frente funciona a escuela del sector que sigue el proceso de regresar a las aulas, así que por ahora no recibirá a los niños que le hacían el gasto de los dulces, ni de los profes que adquirían los lapiceros, hojas y otros elementos para las clases. 

El mejor Icfes de su época

Don Javier en 1976 se graduó del Colegio General Caicedo de Alvarado y ese año tuvo el mejor puntaje del Icfes nacional pues sacó 490 puntos de 500 posibles de la época donde se destacó en matemáticas. 

El dueño de la hacienda donde trabajaba su papá, el señor Rafael Caicedo Espinosa, quien ocupó en 1971 el cargo de Ministro de Minas y Energía en el gobierno de Misael Pastrana Borrero, le dio una beca para estudiar en una universidad en Bogotá o en la Universidad del Tolima, no obstante su progenitor murió así que a sus 19 años asumió como jefe de hogar y tuvo que decidir entre estudiar o trabajar para mantener a su familia. 

Así que tomó el cargo de su papá y empezó a administrar la hacienda del notable Caicedo Espinosa, donde manejó ganado, trabajadores y todos los tipos de arroces, su manera de sembrarlo e incluso viajó a Brasil en dos ocasiones para traer maquinaria. 

Allí estuvo hasta cuando la finca fue vendida a don Elías Acosta, las condiciones cambiaron para todos, así que se fue a trabajar a otra finca 

Se salvó de la avalancha

Su trasegar lo llevó hasta Armero, donde con un amigo estaban montando un negocio de venta de artículos para las arroceras y la agricultura en general como el plástico, los elementos para la fumigación de espalda, fungicidas en galones pequeños que en esa época eran poco usuales, pero llegó la avalancha. 

Don Javier tenía a su mamá viviendo en Alvarado, quien tuvo un quebranto de salud, viajó con su esposa y su primer hijo (su segundo hijo nacería poco después), un día antes de la avalancha. “Llegó la avalancha y todo eso se quedó allá”, recordó 

Después de la avalancha se quedó un tiempo en Alvarado y luego se fue a una hacienda al Magdalena Medio, entre Norcasia y Sonsón, donde la violencia y la seguridad empeoró después de la muerte de Gacha, así que llegó a Ibagué, al naciente barrio Germán Huertas Combariza que era una invasión sin vías, sin servicios públicos y allí poco a poco empezó con su tienda, edificó su casa y sacó a delante a sus dos hijos. 

Entre risas recuerda que su tienda fue bautizada Tienda Javier cuando la registró en la Cámara de Comercio y con orgullo cuenta que desde hace 32 años paga todos los impuestos para abrir al público su tienda. 

La tienda de barrio funge un papel esencial en el desarrollo social y económico de la comunidad.

Aspiran los tenderos del país a: 

  • Eliminación de cuarentenas y restricciones
  • Solución pronta a la situación de orden público a nivel nacional
  • Fortalecimiento en la administración del negocio
  • Mayor posibilidad acceso a crédito:
  • Créditos blandos para los negocios
  • Plazos especiales para pagos impositivos
  • Amnistías en los reportes centrales de riesgo

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