Juan Bautista Vega lleva 24 de sus 40 años de edad dedicado a la tanatología. Se encarga de tratar los cuerpos cuando las personas mueren. Esta labor la ha desempeñado en diferentes partes del país y desde hace unos meses está en Ibagué.
Juan habló con Q’HUBO sobre su experiencia, los estrictos cuidados que siempre ha tenido en su trabajo y que ha extremado debido a la pandemia. Asimismo, contó el legado que le desea dejar a su hijo.
“Nos ha tocado tomar medidas mucho más extremas, no ha sido mucho el cambio porque siempre hemos estado acostumbrados a nuestra autoprotección”, dijo Juan Bautista.
Ahora deben seguir más al pie de la letra los protocolos, como el manejo del alcohol, usar doble tapabocas, la careta, las gafas y el delantal. Además usa dos trajes antifluido, botas de caucho, guantes y debe bañarse hasta tres veces en el día, por lo cual debe pagar más por el recibo del agua.
Reconoce que el trabajo dentro de la morgue del Cementerio San Bonifacio ha sido muy buena, la remodelación y todas las medidas que se tomaron durante la pandemia le han servido para su autoprotección y la de todos los que se dedican como él a la preservación de cuerpos.
Llegó por necesidad
Desde los 16 años de edad empezó esta carrera que lleva con amor, respeto y profesionalismo en su natal Cumaral (Meta). Reconoce que la violencia en el país, esas muertes, le dieron para su sustento.
“Por una necesidad económica, tenía 16 años, mi mamá estaba pasando por una situación complicada de dinero, le debíamos la casa para esa época al famoso Inurbe y estábamos a punto de perderla. Entonces el funerario local me dijo le doy cinco mil pesos para que me ayude a arreglar un muerto. Eso era muchísima plata, muchísimo dinero para la época. La cuota del Inurbe eran seis mil 720 pesos”, recordó el hombre.
Con voz entrecortada y sus ojos encharcados, contó que se llenó de valor porque se trataba de luchar por la casa de su familia. Así inició sus primeros pasos hacia la tanatología. Reconoce que al principio hubo mucho miedo, asco y miles de complicaciones.
De ese primer muerto recuerda todo. Cómo le quedó la cara. Mientras contaba, su voz se volvió a quebrar y con un tenue llanto, dijo: “La forma en que quedó, 17 impactos de arma de fuego. Él quedó arrodillado, es algo que no me gusta recordar”. De ahí partió su vocación, su trabajo.
“Ahí inicié la carrera que tengo hoy, que amo, adoro, respeto, me siento el hombre más orgulloso del mundo cuando me llaman de un pueblo lejano y me dicen que tenemos una catástrofe o una avalancha en la cual usted puede hacer parte de esto. Me siento el hombre más orgulloso porque viajo con mi hijo”, dijo.
Entre sus recuerdos también está que hace siete años, cuando trabajaba y vivía en una funeraria en Funza (Cundinamarca), durante ocho días no pudo conciliar el sueño. “Una señora (fallecida) no me dejó dormir, la forma en que ella murió, como quedó. Ella murió de un derrame pulmonar es cuando el pulmón se estalla, derrama sangre por todo el cuerpo. Eso generó un gran impacto en mi vida, una semana que todavía no olvido”.
Respeto a los muertos
Como tradición y por el respeto que el dice, le guarda a todos los muertos, antes de iniciar a preservar un cuerpo hace una oración. “No sé quién la creó pero se llama la oración del tanatopraxista, en la cual nosotros le oramos al cuerpo. Obviamente le oramos a Dios y le pedimos permiso al cuerpo para tocarlo, para manipularlo. Se le pide también que no vaya a mirar las cosas en una situación diferente, sino que él, en su más allá, mire que nosotros estamos luchando por tratar de que la familia lo vea de la mejor manera y lo recuerde quizás como era. Tratamos de darle la sonrisa, los ojos perfectos, que el rostro de la muerte sea opacado es nuestro trabajo.
“Darle un aliento a los familiares de los fallecidos, un aliento porque muchas personas mueren y quedan de pronto desfiguradas, deformes. Nosotros tratamos de darle a la muerte una nueva imagen, una nueva belleza”, refirió el tanatólogo.
Dentro de la tanatología está la tanoestética, que es diferente de la tanatopraxis. La última es la preservación y conservación del cadáver como tal, y la tanoestética es la belleza, el maquillaje y “embellecer la muerte”.
Además ofrecen la mortaja o hábito, en el caso de los hombres un traje con corbata y en las mujeres un vestido completo, parecido al que usan las monjas, pues reiteró que su función es embellecer la muerte.
El ‘hielo’
Dentro de la cultura popular existe la creencia del ‘hielo’ o el frío del muerto. Según Juan Bautista, “para mí eso es un mito, prueba de eso es un mito es mi hijo que desde los 15 días lo tengo”.
Agregó que: “Al muerto hay que tenerle respeto, no miedo, porque un muerto no sabe lo que van a hacer con él, está disponible a lo que quieran hacer con él. El muerto es indefenso”.
Su legado
Juan Bautista le está pasando su conocimiento de la tanatopraxia a su hijo Luis David, de nueve años de edad. Él quiere que sepa cómo es su trabajo. “Estoy tratando de compartir la idea y él más adelante mira si le gusta o no esta profesión. Quisiera que él fuera médico forense, que él avanzara más que yo”, dijo.
Además aseguró que comparte sus conocimientos con otras personas como en su momento lo hizo Fabio Enrique Arévalo, ya fallecido.
Según afirmó, fue él quien lo enroló en este trabajo, y Giovanny González, quien le enseñó mucho de lo que sabe y quien en la actualidad trabaja en Chiquinquirá, Boyacá.
Tome nota
Juan Bautista estuvo en el accidente del avión de Chapecoense, el Narcobús en Esmeraldas (Ecuador), la avalancha en Puerto Salgar (Antioquia) y la avalancha de Útica (Cundinamarca).
Perdió la cuenta
Juan Bautista confesó que durante muchos años llevó la cuenta de cuántos cuerpos había ‘arreglado’, o mejor, preservado. “Perdí la cuenta cuando llevaba cinco mil 200 antes de la avalancha de Mocoa, de marzo de 2017. Durante un tiempo llené un cuaderno donde llenaba la causa principal de la muerte de la persona y el nombre del paciente”, dijo.
Con seguridad aseguró que el 90 por ciento de los fallecidos son hombres, con picardía apunta que, “por eso decimos que los hombres estamos en peligro de extinción”.
Dato
Entre los olores que no le gustan a Juan bautista está el olor a formol. Por esa razón preserva los cuerpos con unos químicos que trae desde Medellín.